Cada vez que me quedo sin trabajo temporalmente, intento realizar las llamadas o mensajes de rigor para dar a conocer que un servidor está disponible para trabajos de guión, redacción o cualquier otra tarea relacionada que conlleve una retribución. Uno no puede decir que sea un cometido muy pesado, especialmente para aquellos que, como yo, tienen la agenda social de un Moai. El hecho de que sea un tarea breve ya explica que sea infructuosa. Los que te conocen y te quiere ficha te llama tengas o no trabajo. Sin embargo, terminas aplicando la lógica absurda de la lotería de Navidad: «¿Y si toca?»
Cuando ya se ha hecho solo queda una cosa por hacer, que es ponerse a escribir. ¿Qué? ¿Aquel proyecto personal o un proyecto que sea del gusto de las productoras? Meeec. Pregunta trampa, porque acaban siendo el mismo.
La cosa es que nuestra cultura mediática alaba la figura del emprendedor incondicionalmente cada cierto tiempo. Es un efecto secundario del capitalismo, que en tiempos de poco trabajo encuentra un ejemplo a seguir en aquel empresario que ha conseguido el éxito económico gracias a su espíritu aventurero, a reinventarse a si mismo, etc. Claro, en un país donde el espíritu emprendedor ha estado siempre encarnado por el especulador que pega el pelotazo inmobiliario, o el familiar que pone un bar, no niego que un joven que haya creado su startup y haya triunfado en Silicon Valley merezca atención. El que luego nos demos cuenta que en el mercado no caben tantos emprendedores y que para que unos pocos triumfen muchos otros se tenga que estampar contra la pared del fracaso, e incluso del bochorno en algunas ocasiones, no quita que sea un fenómeno recurrente.
Lo que que no se dice nunca es que hay profesiones formadas casi completamente por emprendedores, y entre estas está la de guionista. Los que escribimos para los medios nos tenemos que vender y reinventarnos continuamente sin garantía de éxito. Prueba de ello son los miles de proyectos en cajones (hoy en día virtuales) que nunca verán la luz, y las horas invertidas en ellos que nunca obtendran ningún tipo de retribución.
Por esto he dedicido hacerme un homenaje y decretar el día del guionista emprendedor, o sea, yo y todos los demás guionistas que, cuando por razones voluntarias o involuntacias encuentra algo de tiempo, se ponen a currar con un ojo en la pantalla y otro en el teléfono.
¡Feliç Día del Guionista Emprendedor! Mañana lo vuelvo a celebrar.
Parece que la tierra tenga que dar otro cuarto de vuelta al sol para que me anime a escribir en mi blog. Me consuela pensar que a causa de mi limitado número de lectores, no estaré haciendo sufrir a nadie. No, un momento. Esto no consuela para nada. Da igual.
Al tajo
Durante años Final Draft ha sido la referencia en software para escribir guiones. Se trata de un programa que pesa unas decenas de MB y cuyo precio debe de rondar los 250 dólares. (Curiosamente, entre sus numerosos correctores ortográficos, está el de catalán)
Pero no importa. Ni su diccionario de sinónimos, ni contener el diccionario de la RAE justificaría moralmente el precio que le han puesto.
Compaginar un guion no es nada del otro mundo
La presentación formal «estándar»* de un guion, de cine, por ejemplo, no es física cuántica. Mientras el guion siga el formato que normalmente esperan los lectores relacionados con la industria audiovisual, cualquiera puede escribir un guion en Word, LibreOffice o, ya puestos, una máquina de escribir –si es que encuentra alguna operativa, claro está–.
Ciertamente, programas como Final Draft van más allá de lo que hace un procesador de texto normal. Todo es más fácil: no hace falta liarse en cuestiones de formato, suelen incluir un sistema de «tarjetas» para escaletar tu guion de peli (o serie, drama de radio, etc), ofrecen maneras de trabajar a distancia e incluyen herramientas de producción (que de hecho, un guionista probablemente no llegará a utilizar).
Pero la base de estos programas es siempre la misma: un procesador de texto con algunos estilos predeterminados de serie para que el guionista decida qué es lo que está escribiendo (nombre de personaje, una descripción o acción, el encabezado de alguna secuencia, una transición…) y así se le aplique el formato particular (sobretodo tabulación e interlineados anterior y posterior). Naturalmente, esto es una churrada. Y si no os lo parece ahora, lo hará cuando terminéis este artículo.
En fin, aunque estos programas realizan otras funciones (numeración de páginas, revisión ortográfica, etc), la gran mayoría de programas de escritura de guiones no dejan de ser un «word» adaptado.
El final del Final
Yo creía que Final Draft sería el rey del mambo ad aeternum, al menos hasta hace poco, cuando un artículo en guió.cat de Eduard Sola me descubrió el fantástico Fade In, otro programa de escritura de guiones que hace lo mismo que Final Draft a una quinta parte de su precio. Incluso en algunos aspectos parece mejor… En fin, que me planteé seriamente adquirirlo.
Alto, guardad esas carteras! Al menos me lo planteé hasta que navegando por internet (con el nunca suficientemente apreciado objetivo de perder el tiempo), me topé con una cosa llamada Fountain, creada hace unos años.
Qué carajo, que trabaje el ordenador
Que qué es esto? Pues no es ningún programa, sino un lenguaje para escribir guiones. Si os dais un garbeo por la web de Fountain lo veréis todo bien explicadito en inglés. No, no, no. No me cliquéis todavía. Yo os lo resumo.
Por lo que se ve, alguien pensó, y muy bien pensado, que para qué nos tenemos que gastar una pasta en un ordenador con el último procesador, si todavía le tenemos que estar diciendo qué estilo va ahora. Córcholis (iba a decir coño, pero seguramente no queda bien), con un procesador de cuatro núcleos y más memoria que un elefante con asuntos pendientes, un ordenador nos tendría que hacer la declaración de hacienda, ir a comprar, sacar el perro a pasear y, obviamente, pasar nuestro guion a limpio. Y precisamente en esto se basa Fountain: en que escribamos un guion sin preocuparnos en el formato, que cuando terminemos, el ordenador ya se encargará de hacerlo.
Y ¿cómo sabe el ordenador cuando escribimos el nombre de un personaje (para sangrarlo a cuatro pulgadas y media del margen izquierdo) o estamos escribiendo una acción (que debería llenar la página)? La idea es sencillísima y a todos estos programas tan caros les tendría que dar vergüenza no haber pensado en ello.
Usa el programa que te venga en gana, y déjate de cuentos
Se trata de escribir el guion de vida en CUALQUIER PROCESADOR DE TEXTO. Y cuando digo cualquiera, digo cualquiera: desde el blog de notas del «windows» a nuestro móvil, si la inspiración nos pilla en el váter, por ejemplo. Si lo hacemos bien ya no tendremos que pasarlo a limpio.
La única condición es que cuando escribamos las partes del guion mantengamos algunas convenciones elementales: poner el nombre de los personajes en mayúsculas, empezar las secuencias con INT. o EXT., apretar la tecla «enter» para cambiar de párrafo y poca cosa más. Difícil, ¿verdad? Nada que cualquier guionista no haga ya por sistema. Es decir, que usemos el programa escogido solo para escribir y nos olvidemos de los márgenes, paginación, etc. Y al terminar nuestra gran obra (ja ja, qué fácil es decirlo), la grabaremos en formato de texto .txt.
Y para el ordenador, tomar el texto y (¡tachán!), convertirlo en un guion debidamente formateado, compaginado y numerado, con su portada, será coser y cantar.
La principal virtud de Fountain es ser un «lenguaje» (y no especialmente complicado). No tiene programa propio (que yo sepa) y así es imposible que como tal quede desfasado. Es más, si resulta que ya usas alguno de estos 30 programas (incluyendo Final Draft y Fade In) lo más probable es que puedas importar tu texto como Fountain y al momento lo verás compaginado en la pantalla. Pero lo mejor es que no hace falta ni programa: esta web lo hace gratis. Cuelgas tu archivo de texto sin formato (.txt) y te devuelve tu guion bien formateado en un precioso archivo pdf.
¿Y para escaletar?
¿Os creíais que los guionistas detrás de todo esto no habrían pensado en ello? Ya sabemos que el trabajo de guionistas a menudo consiste más en escribir sinopsis, tratamientos y escaletas que acciones y diálogos. Este artículo (in English again, sorry) precisamente cuenta cómo hacerlo. Por supuesto, este lenguaje tiene previstos ajustes por si hace falta forzar algo las cosas (maneras de interpretar algunos caracteres especiales). Pero el caso es que seguramente no hará falta ni usarlo.
Es de una sencillez abrumante.
Y a otra cosa mariposa.
* Quien dice formato «estándar», dice formato de Hollywood.